En una charla con mi pareja, que está a pocas materias de recibirse de traductora pública, quise analizar, desde el punto de vista del  #marketing, por qué hay tan poco entendimiento sobre una profesión que conlleva 6 años y medio de formación universitaria, obliga a adquirir un abundante y variado conocimiento y tiene un grado de dificultad que pocos podrían superar. Esta profesión une culturas y logra tratados de paz entre naciones, lo cual hace que su existencia sea imprescindible para la comunicación global.  

¿Por qué algo tan difícil y trascendental para el mundo es tratado como una “changa” (como fue denominado por un escritor del diario La Nación) o disminuido a instancias donde cualquier persona que habla otro idioma se anima a decir que es “traductor”? 

Desde el punto de vista del marketing, veo que esta profesión se enfrenta a una competencia gigante y tiene pocas chances de ganar.

Tenemos empresas tecnológicas que sacan productos digitales que ayudan a entender palabras con poco contexto y sin sentimientos que se apodan “traductores”. Google tiene el suyo, así como Microsoft y Apple, que son los más conocidos. Todas estas empresas se apoderaron de un término que logró crear en el consumidor final una imagen de “facilitador para entender otro idioma”. TODOS podemos saber qué dice de manera textual una palabra gracias a estos programas, pero nunca podríamos entender los sentimientos y el contexto que tiene que comprender un traductor para lograr transmitir entre distintas culturas un acuerdo, un tratado, el uso de un medicamento, los informes económicos de empresas, etc. 

Los servicios digitales deberían llamarse, por ejemplo, Google Multilingue o Microsoft Multilingue, y no «traductores». 

Es normal que un consumidor final no pueda adquirir el respeto que se merece esta profesión si todos pudiéramos “traducir” desde un celular. Podemos reforzar esta idea simplemente entrando a un buscador y poniendo la palabra “traductor”. Vamos a ver cientos de imágenes de aplicaciones pero ninguna de un grupo de personas trabajando y analizando cada palabra para reconocer el contexto y transmitir una idea clara en otro idioma. Imaginemos que cualquiera de estas empresas saca un programa que prosigue con el término “abogado”: un sistema que permite realizar consultas a un bot. Este no comprendería las emociones y el entorno, solo respondería la pregunta textual que le hacemos, y es por eso que creo que la carrera de “abogacía” podría llegar a perder prestigio en la imagen de un usuario normal. 

Creo que las universidades (por lo menos argentinas) podrían tener una suerte de escalabilidad o una mejor recreación de lo que realmente conllevan, si cambiaran el nombre de su carrera por algo que no siga compitiendo con estas empresas que (sin intención real) desprestigiaron una profesión tan importante. 

Luego de estar analizando la variables, llegamos a la conclusión de que un término que generaría impacto y que resaltaría podría ser: comunicador bilingüe público. Esto ayudaría a los profesionales a diferenciarse de lo que les fue arrebatado por el mercado y a los usuarios finales a comprender la importancia de la profesión.

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